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domingo, febrero 05, 2006

Se ha arreglado un paso de peatones!!!!!

Por fin, despues de muchos años, a alguien se le ha encendido la luz, o quizá se han superado las dificultades técnicas que suponían eliminar la barrera del quitamiedos que había en uno de los extremos del paso de peatones para acceder a la mota derecha del barranco. Ya no hay que saltar para acceder al paso de cebra.
GRACIAS.
(Ahora a por el resto de pasos del pueblo, que hay unos cuantos, por cierto en algunos sólo hay que retirar los contenedores del paso de peatones, como el que hay en la avenida Aragón en la penúltima bocacalle)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

S.O.S ALBORAIA

Como se le puede explicar a alguien que no ha nacido y vivido en esta tierra, que lo que pretende hacer es arrancar de raíz una parte muy importante de la identidad de este pueblo, de su memoria, de su esencia. Como hacerle entender que cada metro de huerta corre por las venas de mucha gente, incluso mucho antes de que esa gente hubiera nacido.
Como poder explicarle con palabras que lo que pretende hacer es robarle la historia y la vida a muchas de las personas que vivimos aquí, como contarle, que hay cosas que forman una parte indivisible de muchos seres humanos y, que quitárselas, es como amputarles una parte de su cuerpo.
Muchos de nosotros crecimos junto a la huerta, unos la teníamos como gran parque donde aprendíamos a vivir, y otros aprendían, que la necesitaban para vivir de ella.
Pero seguramente, alguien que no ha conocido palmo a palmo los mejores árboles para trepar, ni las mejores piedras donde se escondían las lagartijas más grandes, ni ha probado nunca el sabor de las peras robadas al borde del camino, pueda entenderlo.
Si el no se ha bañado nunca en sus acequias, ni ha cogido ranas y renacuajos en ellas, seguro que no sabrá de lo que hablo.
En pascua, seguro que no fue nunca al barranco, nuestro destino favorito; íbamos a merendar, a comernos la mona, a empinar el cachirulo y si teníamos sed, bebíamos de los muchos sitios de donde brotaba el agua. Al barranco se podía ir también como yo lo hacia con mi abuelo, a coger té de río, muy bueno para los empachos, y además, si te escondías entre las cañas podías ver a los chicos del pueblo bañándose desnudos en las grandes pozas de agua clara; recuerdo sus inmensos cañares, y como hacíamos trompetillas con la parte central de las cañas, la mas tierna.
En verano, íbamos andando a la playa desierta, con enormes dunas creciendo a unos metros de al orilla, y al fondo, el pequeño merendero hecho de maderas y chapas.
Como hablarle a alguien que no ha nacido y vivido en este pueblo, de las
ermitas, de las barracas, de las hermosas alquerías, del inmenso mar verde de los campos de chufas, de las preciosas “barracas de garrofó”, del color de las matas de tomates cuando estos empiezan a colorear; como explicarle con palabras, la perfecta simetría de los campos de cebollas y de lechugas.
No me imagino a ninguno de los “ideólogos” de la nueva Alboraia, comiendo flores de Galán de noche, que crece en muchas tapias de las alquerías en la huerta, y que tienen ese sabor azucarado tan especial, ni distinguiendo el diente de león, la cola de caballo, las malvas o la madreselva que por las noches desprende ese embriagador olor, todas estas variedades de plantas y muchas más crecen todavía en muchos de los caminos de la huerta.
Yo no seria quien soy sin todas estas cosas, si nunca hubiera ido a coger higos con una caña, si no hubiese hecho conserva de pera de agua en botellas de gaseosa, o al atardecer en la puerta del cementerio no hubiera ido a intentar coger murciélagos.
Hoy no seria la que soy, si no hubiera vuelto sucia, cansada y feliz después de pasar todo el día en el gran parque de atracciones que es la huerta.
Por todas estas cosas y otras tantas más para las que necesitaría llenar muchos folios para contarlas, me es imposible imaginar que el futuro de mis hijos sea, una bolera, 17 cines y un gran centro comercial, donde tendrán al alcance de su bolsillo previo pago, infinidad de posibilidades.
Yo deseo para ellos, que tengan por lo menos un poco de lo que yo afortunadamente disfrute y, que el día que llueva puedan abrir la ventana y respirar el maravilloso olor a tierra mojada y quizás, el particular aroma dulzón de las coles cuando están húmedas.





una vecina de Alboraia.

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo vecina, creo que para algunos no es problema de dinero, ni de lo que valen sus tierras, es diferente y eso no todos lo entienden.